viernes, 30 de agosto de 2013

A otra vaca con esa ubre

A cambio de políticas agrarias de beneficio campesino y social, fusiles y penas.

Lo que no permite el gobierno es que se cuestionen los Tratados de Libre Comercio que apenas comienzan a aplicarse, menos aún que se sugiera siquiera la posibilidad de renegociarlos. Tras la amenaza de fusiles y penas, en la picota, los voceros de los campesinos en la mesa de negociaciones. Una jugada maestra que se puede volver en contra
Por La vaquilla fisgona.
Poco esperanzadora la alocución ésta mañana del Presidente de la República, Juan  Manuel Santos. Igual que ayer madrugó a servirnos los tragos a la cama. Tragos amargos para los colombianos, en momentos de incertidumbre y desesperanza.
¿En qué país vive éste gobierno? ¿Acaso no han sentido ni palpado la solidaridad sin precedentes de la Nación entera para con nuestros campesino y empresarios agrícolas? ¿Hasta cuándo Santos, posiblemente el Presidente de mayor solidez del último medio siglo, se va a seguir dando contra las paredes?
Primero le tocó tragarse sus propias palabras cuando salió a mofarse del paro, desencadenando una indignación de proporciones mayores. El lunes se le apareció en Tunja a los negociadores de la protesta nacional, después que la víspera no más su titular de la cartera de Agricultura, Francisco Estupiñán, les había dado un portazo en Zipaquirá cuando los campesinos de Cundinamarca le reclamaron justamente eso, que se sentaran a negociar con los dirigentes del Paro Nacional Agrario.
Y pese a los acuerdos de confidencialidad con los campesinos, en su alocución de ayer ofreció pañitos de agua tibia a los manifestantes –bajar aranceles a los insumos agrícolas que aún los tienen, comprarle la leche a las pasteurizadoras para los jardines de Bienestar Familiar, refinanciar deudas, vigilancia al contrabando, no tocar el “flamante” presupuesto agrario para el año entrante, etc.–, siendo que nos enfrentamos es a un problemonón de calado mayor. Ni más ni menos que la falta absoluta de una política estatal para el sector agrario y, para rematar, Tratados de Libre Comercio por doquier.
Nuestro Presidente entiende muy bien que los representantes agrarios ya no se tranzan con pírricas partidas económicas por sectores, por considerar que con este modelo y los TLC que comienzan a andar, dura más un costalado de merengues a las puertas de una escuela que esos recursos. Y nada más funcional que bajarse del asunto por las orejas, como decimos en nuestros hatos.
Por muy furioso que se muestre anunciando la desocupación de todos los cuarteles del ejército, la naval y la policía –en una de la naciones con mayor pie de fuerza militar el continente– para ponerlos sobre las vías y espacios públicos, además del endurecimiento de la justicia para con los vándalos, la verdad verdadera es que éste gobierno se niega es a pisarle los cayos a los TLC. Justo el tema de la agenda de Tunja que faltaba abordar.
Sí, es cierto. Según una puede leer entre líneas de los medios, allá en Tunja alcanzaron a esbozar lo que podrían ser eventuales acuerdos en temas adjetivos como insumos, créditos, importaciones, compras y salvaguardas en algunos renglones.
Pero el asunto de fondo no se abordó con el rigor que el desastre implica. Entonces, a la Casa de Nariño le resultaron más que funcionales los desmanes del día de ayer (¿a quién le convenían?) para emberracarse y propinar otro portazo a los agricultores, como igual lo había hecho su titular de Agricultura en Zipaquirá el domingo anterior. Lo cual provocó el rechazo de 23 alcaldes de la Sabana de Bogotá, los cuales no dudaron en solidarizarse con los campesinos, como igual lo han hecho altos prelados de la iglesia, entre ellos los obispos de Tunja y Zipaquirá, Castro y Cubillos, respectivamente.
Lo peor es que, de acuerdo con lo manifestado por Santos, de aquí en adelante la responsabilidad de todo lo que ocurra correrá por cuenta justamente de los mandatarios regiones y locales. Gobernadores y alcaldes. Otra pregunta de esas que matan: ¿a municipios como Facatativá o Zipaquirá, para no ir muy lejos, le quedan recursos para continuar respondiendo por los uniformados del Esmad o el Ejército que llegan a reforzar su seguridad?
Nos negamos a aceptar la tesis del Ministro Pinzón, la misma que a la postre terminó imponiéndose: que todos los desmanes fueron propiciados por los bandoleros de las FARC.
Una no puede hacerse la de las gafas, cuando estamos es frente a una olla de presión de incalculables consecuencias. El Paro Agrario se presenta, pues, como una simple y sencilla válvula de escape para la gente. La insurgencia no puede tener ni la quincuagésima parte del poder que desde el Gobierno central le quieren achacar.
Quedan en entredicho, eso sí, los voceros y negociadores de los campesinos, incluidos los que de la mejor manera resultaron elegidos el martes pasado en la gobernación de Cundinamarca para que representaran al departamento en ese espacio. Pero también quedan en el aire preguntas de igual o mayor calado.
¿En qué quedan las negociaciones de La Habana? ¿Y las que anoche no más anunció el Presidente Santos con las guerrillas del ELN? ¿Podemos estar ad portas de la paz, con todas las botas habidas y por haber en las calles de nuestras ciudades y poblados?

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